Más de 650 campesin@s de 16 provincias del país, junto con algunos funcionarios públicos, decenas de invitad@s urbanos, académicos, y extranjeros asistimos a Cayambe y Pedro Moncayo para intercambiar experiencias, semillas, propuestas y contactos.
Esta red seguirá fortaleciéndose como comprometidos
fortaleceremos la salud de la tierra.
Las organizaciones campesinas e indígenas, los colectivos y personas que en caravanas llegamos entre el 23 y 26 de octubre del 2014, de distintos puntos del país, para compartir las reflexiones y propuestas que se construyeron en cada territorio, juntamos las voces y desde abajo exponemos a las autoridades y a la sociedad ecuatoriana en una carta política diversos puntos de interés nacional para nuestra soberanía alimentaria.
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Ceremonia de inauguración Foto: PKthevetia |
Entre lo descrito en la carta (próximamente su publicación) mencionamos:
Los y las campesinas afirmamos que hemos sido históricamente garantes de la soberanía alimentaria, aportando en el 60% de la canasta básica alimentaria y conservando la agrobiodiversidad, que es un recurso estratégico.
Miles de familias con poca tierra y agua aportamos con nuestro trabajo al desarrollo productivo del país mientras cuidamos a la Pachamama, esta es una forma de cuidarnos a nosotros mismos.
Por ello, la agroecología es una estrategia de resistencia, de construcción de soberanía, de decisiones en el territorio, de sostenimiento de la cultura, de reconocimiento a nuestra herencia como sociedades agrarias y de construcción de nuestra autonomía frente al capital.
Es un proyecto político tecnológico para toda la ruralidad y para toda la sociedad. Es una opción política y económica que permite romper con el monopolio de las transnacionales sobre los alimentos y devolver a la ciudadanía el derecho a la alimentación sana y culturalmente adecuada. Es el instrumento para afirmar que la comida no es una mercancía.
Los y las campesinas afirmamos que hemos sido históricamente garantes de la soberanía alimentaria, aportando en el 60% de la canasta básica alimentaria y conservando la agrobiodiversidad, que es un recurso estratégico.
Miles de familias con poca tierra y agua aportamos con nuestro trabajo al desarrollo productivo del país mientras cuidamos a la Pachamama, esta es una forma de cuidarnos a nosotros mismos.
En nuestra experiencia compartida, la política pública agraria
no contempla a la agricultura campesina.
Por ello, la agroecología es una estrategia de resistencia, de construcción de soberanía, de decisiones en el territorio, de sostenimiento de la cultura, de reconocimiento a nuestra herencia como sociedades agrarias y de construcción de nuestra autonomía frente al capital.
Es un proyecto político tecnológico para toda la ruralidad y para toda la sociedad. Es una opción política y económica que permite romper con el monopolio de las transnacionales sobre los alimentos y devolver a la ciudadanía el derecho a la alimentación sana y culturalmente adecuada. Es el instrumento para afirmar que la comida no es una mercancía.
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Telón del Valor-arte campesino de Azuay Foto: PKthevetia |
Nuestro primer horizonte es la reconstrucción del movimiento campesino. La unidad es lo que nos fortalece para luchar, campesinos, indígenas, trabajadores del campo y la ciudad, para encontrar caminos hacia la soberanía alimentaria, ampliar la autonomía frente a modelo extractivo y defender nuestros derechos básicos.
Hemos creado estrategias que aseguren el cuidado del ambiente, la justicia social y la relación equitativa entre el campo y la ciudad.
La juventud rural y las mujeres deben estar en el centro de nuestros procesos organizativos. Las mujeres son el corazón de la soberanía alimentaria y las principales promotoras de la agroecología y el cuidado de la agrobiodiversidad. Debemos luchar contra el patriarcado y la violencia para fortalecer la organización.
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Exigimos políticas sencillas y efectivas de crédito, riego y tecnologías agroecológicas, que tengan un carácter integral e integrador del territorio. Exigimos el derecho a establecer circuitos de comercialización directa del productor al consumidor.
La propiedad y formas de comunitarias de uso de la tierra deben ser protegidas y denunciamos los intentos constantes del Estado por fraccionar e individualizar nuestros territorios comunales.
Hemos creado estrategias que aseguren el cuidado del ambiente, la justicia social y la relación equitativa entre el campo y la ciudad.
La juventud rural y las mujeres deben estar en el centro de nuestros procesos organizativos. Las mujeres son el corazón de la soberanía alimentaria y las principales promotoras de la agroecología y el cuidado de la agrobiodiversidad. Debemos luchar contra el patriarcado y la violencia para fortalecer la organización.
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Exigimos políticas sencillas y efectivas de crédito, riego y tecnologías agroecológicas, que tengan un carácter integral e integrador del territorio. Exigimos el derecho a establecer circuitos de comercialización directa del productor al consumidor.
La propiedad y formas de comunitarias de uso de la tierra deben ser protegidas y denunciamos los intentos constantes del Estado por fraccionar e individualizar nuestros territorios comunales.
Foto: Gustavo Huera |
Denunciamos la expansión extractiva como parte intrínseca del modelo económico. Existe una política de Estado que a través de la violencia persigue y criminaliza a todo aquel que se oponga a proyectos extractivos. En este marco nos solidarizamos con el compañero Javier Ramírez de Intag, preso político, que junto a su organización viene planteando por más de 30 años la agroecología como alternativa al extractivismo. Esto solo demuestra que los intereses de las transnacionales prevalecen sobre las alternativas campesinas y los territorios indígenas.
Exigimos el desprocesamiento de todos los campesinos criminalizados por su defensa de la naturaleza y la inmediata libertad para el compañero Javier Ramírez, que no es preso político de Intag sino de todo el campesinado, y como tal reconocemos que su lucha es nuestra lucha.
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Nuestras semillas son un patrimonio cultural y exigimos que sean reconocidas como tal, por tanto son de libre circulación y no puede ser apropiadas ni patentadas. Nos oponemos radicalmente a la introducción de semillas y organismos transgénicos.
La agrobiodiversidad es sustento y cultura,
base de la agroecología y soberanía alimentaria.
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Los procesos educativos propios indígenas y campesinos han surgido como necesidad de la lucha, desde el territorio, la identidad, la lengua y el proceso de descolonización. La formación agroecológica aparece como una necesidad de este momento político del campesinado.
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Nuestra prioridad es construir la organización social, la unidad y el poder popular desde los territorios y en alianza con los trabajadores, los indígenas y los consumidores organizados.
La agroecología y la soberanía alimentaria serán construidas por manos campesinas y trabajadoras.
Foto: PKthevetia |
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